El Ojo Agavero

20/8/09

La Villa de Guadalupe.


19 de agosto, 11:00 a.m.; terminando mis clases del turno de la mañana llamé a mi amada damita Beatriz, ansioso de verla porque habían sido ya algunos días que no nos había sido posible estar juntos. Mi plan era...ninguno en realidad, sólo quería estar con ella y pasar un rato agradable y tranquilo. Fue por eso que me sentí un poco decepcionado cuando al llamarla para concretar esto último ella me pidió que, aprovechando la visita, la acompañara a La Villa a un encargo.

Digo que me sentí un poco decepcionado pues lo primero que pensé fue que, añadido al viaje de ida y regreso de su casa (que no es tan corto, pero eso no se siente cuando vas a ver a tu amor) la caminata por esa zona y con los zapatos que traía, que no eran para caminar distancias largas, me agotarían en demasía y regresaría a mis labores vespertinas sintiendo desfallecer- ya he dicho antes aqui que mi energía no es la misma de hace diez años. Todo eso sin contar que andando en mandados, con el movimiento y las cosas por hacer, no se puede disfrutar de la pareja de la misma forma.

En fin, que por la persona que se ama qué no se hace, asi que fui a su casa y tras un corto rato llegamos a La Villa, la gran basílica, el corazón de la fe de México; lugar que ocupa el segundo lugar en cuanto a peregrinaciones religiosas en el mundo, después de La Meca (Gracias a mi alumna Michelle por compartir conmigo esta información). La razón de nuestra visita era para reservar una misa en una de sus capillas, cosa que no fue posible debido a que la fecha y la hora que requería su familia ya estaban ocupadas. ¿Fue en vano entonces nuestra visita ahí?, no señor, definitivamente no, les diré por qué.

Aunque Beatriz es visitante asidua a La Villa y yo mismo había ido varias veces, nuestras visitas no nos han llevado a ver más que los sitios más importantes del lugar; en el caso de mi amada porque la devoción guadalupana es fuerte en su hogar y en el mío, bueno, aunque respeto a la Virgencita no puedo llamar devoción al cariño que le tengo y he ido ahi más como turista que como fiel o acompañando a personas que sí le tienen un apego considerable. Total que para resumir, ella sólo conocía las Basílica vieja y nueva y yo sólo la nueva (y la vieja sólo por fuera) y la Capilla del Cerrito, asi que mi chica decidió que nos quedaramos un rato a conocer mejor el lugar.

Tras de la obligada visita y pagar respetos a La Virgen de Guadalupe, nos encaminamos hacia las escaleras que suben al Tepeyac, en cuya cima se encuentra la Capilla del Cerro.

En esta hermosa capilla podemos ver pinturas realizadas en la decada de 1940 que narran la historia de todos conocida de forma cronólogica; el bautizo de Juan Diego, su encuentro con la Vírgen, la notificación a Zumarraga, la curación del tío de Juan Diego y el momento del milagro de las rosas.

El arcángel ahuyentando a La Muerte del
lecho de Juan Bernardino, tío de Juan Diego.


En el descenso se aprecian jardines cuya belleza y cuidados ni siquiera tienen los de Los Pinos (ACLARACIÓN; nunca he entrado en Los Pinos, no conozco sus jardines, sólo hablo al tanteo).


Una de las cosas que más me cautivó fue la fuente que representa la adoración que México y España, representados respectivamente como indígenas precolombinos y como frailes misioneros, ofrecen a La Virgen.

Más adelante nos encontramos con la efigie de nada menos que Juan Bernardino, tío de Juan Diego y que fue objeto de un milagro de la Virgen
.
Ya de nuevo al nivel de la explanada habiendo descendido del cerro antiguo, en los portales que se hallan a espaldas de la Parroquia del Pocito nos topamos con una sorpresa; una maqueta del area de La Villa, tal y como lucía en 1949, año en que esta maqueta fue realizada.


Y la visita concluyó con la Parroquia del Pocito.


Fue una visita muy ilustrativa y el haberla realizado con mi amada la hizo más especial.

Independientemente de las inclinaciones religiosas o lo que se piense de la iglesia (esos temas no se tocan en este blog, ¡¡queremos amistades largas!!) conociendo este lugar es fácil apreciar la fe y devoción que el pueblo de México tiene para su santa patrona y la atracción que este lugar ejerce en los turistas nacionales y extranjeros que no comparten esta fe, pero que igual están maravillados ante la forma en que México muestra su amor a la figura santa que representa a una nación y a un pueblo entero; El corazón de la fe de México.


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