El Ojo Agavero

3/4/10

Las campanas de Catedral.

La historia de este país como nación libre comenzó con el repicar de una campana. Hoy esa pieza histórica es vecina de varias otras que, desde sus torres en la Catedral Metropolitana, han también sonado para subrayar sucesos históricos.
Tras la lucha insurgente, repicaron para anunciar la entrada del Ejército Trigarante a la capital. Sus tañidos se dejaron escuchar por sobre el cielo de México en la coronación de Agustín de Iturbide, al igual que tras su muerte y cuando sus restos se depositaron en la Capilla de San Felipe de Jesús.

Cuando los abusivos vecinos del norte  invadieron este país, también las campanas llamaron a acción al pueblo para defender la ciudad, el 14 de septiembre de 1847. Más tarde, el 15 de septiembre de 1910, marcaron el inicio de los festejos por el Centenario de la Independencia, al igual que lo hacen cada año en esa misma fecha. 

Su canto anuncia la Navidad, la misa de Año Nuevo, la de Pascua.

Testigos para nada mudos de la historia, han estado presentes en el corazón de México desde 1578, cuando la campana Santa María de la Asunción (sí, las campanas tienen nombre, otorgados cuando son consagradas) mejor conocida como Doña María, fue fundida y entregada.

La escalera central de la torre oriente es la original desde la construcción del recinto.  
Actualmente se investiga su origen, pues se sospecha que toda la madera proviene 
del mismo cedro.

La campana más jóven es la llamada Juan Diego, consagrada en 2002, y la de mayor tamaño es Santa María de Guadalupe, con un peso de 13 toneladas, consagrada en 1791.
               La campana llamada Juan Diego; tras ella, la Santa María de Guadalupe. Ambas se localizan en la torre poniente.

Es la esperanza de uno, que en fechas no muy lejanas, estas gloriosas campanas vuelvan a cantar la nueva libertad de México.
Cuando hagamos entender a los vecinitos del norte que no pueden manipularnos sin consentimiento, cuando los parásitos internos que dañan a este país pierdan la mayor parte de su poder; cuando los mexicanos canten otra vez que viven en un país que no tiene ataduras creadas por los extranjeros o por nosotros mismos. Debemos despertar de la holgazanería para ser quienes provoquemos el canto de las campanas, que anunciarán una vez más que México ha vencido. Espero vivir para ver ese día.

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