El Ojo Agavero

28/3/10

El Altar de Dolores.

 La Semana Santa es una época en que las tradiciones religiosas muestran su punto más alto. En la tradición católica el conmemorar la muerte de Jesucristo es más importante aún que la celebración de Su nacimiento en Diciembre. Pero Él no es la única figura honrada en la tradición centenaria traída por los europeos y hoy continuada con fé por el pueblo de México; el Altar de Dolores es uno de los rituales de la Semana Mayor, y que está dedicado a La Vírgen María.

El dolor padecido por la madre de Jesús durante la semana que duró Su pasión es simbolizado en este altar, también conocido como "Incendio", que es erigido el sexto viernes de la Cuaresma- que este año fue el viernes 26 de marzo- en México desde el año 1660. La intención con esta manifestación artística y religiosa es mostrar la solidaridad de los fieles para con la Madre de Jesús, cuyas virtudes y padecimientos son representados con diversos elementos.

Algunos detalles adicionales son que el trigo regado con las lágrimas santas representa su fecundidad de mujer corredentora de la humanidad; el color morado del manto alude a La Pasión. La Dolorosa siempre es acompañada por angelitos que portan las armas de Cristo; cruz, corona de espinas, la esponja que lavó sus heridas y el manto de la Verónica.

En los siglos XVIII y XIX el Viernes de Dolores era escenario de un paseo lleno de color y alegría, la "Jamaica de las Flores". En ese día el pueblo de México sin distinción de clase social se daba cita en algunos de los canales acuáticos de la ciudad, como el de La Viga a comprar flores traídas desde las chinampas de Xochimilco, Santa Anita e Iztacalco. Luego de decorar y erigir en sus casas sus "Incendios", era común invitar a amigos, vecinos e incluso pasantes a admirarlos e invitar algún trago o golosina refrescante- como tunas, sandías o raspados con jarabe- que paliara el calor típico de la época. De esta forma los fieles cristianos departían y estrechaban sus vínculos y asi mismo se acercaban más a sus festejos de fé.
Los colores vívidos, los símbolos presentes y los aromas de las flores continuan hoy, como hace siglos, conmoviendo a los fieles y así elevando su compasión por los pesares de la Vírgen María, y tanto ellos como aquellos que no son religiosos admiran aún estas tradiciones llenas del espíritu y sentimiento de una nación que vive de la forma más intensa imaginable.

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