El Ojo Agavero

10/2/10

La mujer blanca y su custodio.

Centinelas del tiempo y la lejanía, Popocatépetl e Iztaccihuatl, las montañas nevadas que han sido testigos del paso del tiempo en los Valles de México y de Chalco. Una pareja de enamorados cuyo origen ha dado pie a diversas leyendas, la más difundida de éstas es la que afirma que Popo era un guerrero común que cayó enamorado de la hija del emperador, quien le prometió dársela en matrimonio si le traía victoria en batalla. Cumplida su tarea, feliz volvió el guerrero a reclamar a su amada y se encontró con la nefasta noticia de que ella había muerto durante su ausencia.
 

La misma historia tiene una versión más compleja, en la cual Popocatépetl era un príncipe chichimeca que había encendido el deseo de la princesa Iztaccihuatl, cosa que no fue del agrado de su padre. También en esta versión le indicó que debía acudir a luchar en su nombre, como aliado de los aztecas, pero dando instrucciones a sus guerreros de abandonar a las huestes de Popo en lo más encarnizado de la lucha para perderlo.
  
 De esta forma, el celoso padre comunicó a la princesa la falsa noticia de la muerte de su amado, y asi mismo hizo llegar a éste una carta comunicándole la muerte de la princesa. El guerrero no creyó tales palabras y en la quietud de la noche se deslizó dentro del palacio imperial y huyó de la mano de su amada.


Fuera del alcance del padre de la chica, quien la consideró muerta a partir de entonces, ambos amantes construyeron una casa y vivieron felices algunos años, al cabo de los cuales ella enfermó y murió. El dolor de Popocatépetl fue interrumpido por un terremoto que abrió la tierra y lecantó dos volcanes. Una voz del cielo entonces ordenó a Popo llevar el cuerpo de su amada a la cima de una de ellas. Asi hizo y la depositó sobre un lecho de rosas, para luego postrarse a sus pies encendiendo el tradicional fumero mortuorio. Ambas versiones coinciden en desenlace, en el cual la nieve los cubrió y aún hoy la mujer blanca yace dominando los valles bajo ella, mientras su hombre la protege exhalando aún el humo ceremonial.

Una leyenda más, contada por los indígenas hablantes de náhuatl de Tetelcingo, Morelos, afirma que desde su origen ambos enamorados fueron montañas y habla de la rivalidad entre Popocatépetl y Xinantécatl, el Nevado de Toluca, quien codiciaba a Iztaccihuatl, mujer del primero. Ambos contendientes lucharon arrojándose rocas, de este modo creando las cadenas montañosas del país y el Eje neovolcánico. La lucha siguió hasta que Popo decapitó a su rival con un gigante trozo de hielo. Xinantécatl se convirtió así en el Nevado de Toluca, el cual, visto desde el sureste, parece un torso con hombros fuertes, pero sin cabeza.

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