El Ojo Agavero

20/9/09

19 de septiembre 2009.

El día del aniversario número 24 del terremoto que sacudió a la Ciudad de México dos realidades de los mexicanos quedaron- una vez más- probadas; a saber.

Ese día en particular me encontré bastante en contacto con el sabor autóctono, literalmente, con unos gusanos de maguey que hacía mucho no probaba y que me volvieron a enamorar.

Pero este sabor no solamente se degustó en el paladar, sino también en la piel, en los ojos y en todos los sentidos cuando, atraidos por la curiosidad, mi amada Beatriz y yo acudimos al Zócalo cerca de las 8 de la noche para presenciar el espectáculo de luces y sonido que, días antes durante la ceremonia de El Grito, nos había soprendido igual que a muchos miles más por televisión.
Acierto al decir que a muchos miles más; muchísimos miles más, que no quisieron quedarse con las ganas de solamente decir "lo vi por televisión".

Teniendo en cuenta que esa noche era la última en que se presentaría tal espectáculo, yo- estúpidamente, lo acepto- pensé que habiendo sido ya visto por tantas personas la noche del Grito más otros tantos miles los días 16, 17 y 18, la noche del sábado sería óptima para verlo sin apretujamientos ni mayores problemas; oh iluso de mi.

Desde que el Centro Histórico cuenta ya con vías cerradas a los vehículos automotores no es una buena opción ir allá en coche o siquiera en taxi, asi que abordando nuestro muy democrático metro intentamos- sólo eso, intentamos- llegar a la estación Zócalo; se encontraba cerrada. Esto último debió darnos una señal de la cantidad de público presente. Al salir entonces por la siguiente estación más cercana, Allende, vimos un río de gente diirigiéndose a la plancha del antiguo Corazón del Único Mundo, como lo llamaban los mexicas. Todo iba relativamente bien hasta llegar a la esquina de 5 de mayo y Monte de Piedad; ahi sí ya no se pudo avanzar ni un paso más.

Por todos los flancos había personas y desde nuestra perspectiva sólo alcanzabamos a ver una pequeña fracción de Palacio Nacional, que fungía a modo de pantalla para la proyección, debido al escenario utilizado para las presentaciones especiales de esos días que impedía ver la fachada completa desde nuestra locación. Utilizo mal el "alcanzábamos", porque era yo quien veía una parte del edificio desde ese punto; mi amada Beatriz que es tan bajita, sólo alcanzaba a ver las espaldas y hombros de quienes estaban a nuestro alrededor. Escuchábamos gente diciendo "no vamos a ver nada", "los niños corren riesgo", "mejor vámonos". Nosotros pensamos e hicimos eso mismo. Como pudimos nos abrimos paso entre la gente y llegamos a un punto donde se podía mantener el espacio personal. Pensaba yo "Bueno, la primera función es a las 8 p.m., tal vez al terminar mucha gente se vaya y podremos ver sin problema las dos funciones siguientes. OH ILUSO DE MI, ¿qué musa que inspira a los mexicanos a pensar que todo viene mejor me estaba inspirando en ese momento?. A medida que pasaban los minutos veíamos ríos enteros de gente seguir llegando y llegando y atiborrando las calles aledañas, y cada vez estaba más lejos del Zócalo el punto donde ya no se podía avanzar. Nuestra ilusión de ver tal exhibición se esfumó y sin perder nunca la buena actitud ni esa sonrisa que amo, Beatriz sugirió que mejor nos fueramos. Cómo amo a esa mujer.

Caminando de regreso por 5 de mayo veíamos con incredulidad como seguían llegando centenares de personas. Nosotros nos conformamos con tomar una fotos nocturnas de los alrededores.

Fue una experiencia bastante gratificante sin embargo. Nos alejamos del Centro Histórico con el deseo no alcanzado de ver un espectáculo insólito, pero con el gusto de alguien que ha vivido una experiencia que sólo puede llamarse interesante. Tan interesante como puede ser el comprobar las dos realidades de las que hablé al principio; apenas una semana antes el ahora famoso Josmar intentó secuestrar un avión y dió advertencias a los mexicanos sobre inminentes catástrofes a ocurrir en los días patrios, y tan sólo un día antes un amargado social fue detenido grafitteando la estación del Metro Balderas y al intentarse arrestarlo demostró resistencia echando tiros, que segaron las vidas de un policía y de un heroico civil que intentó detenerlo, y tales eventos, aunque considerados cortinas de humo por muchos, no provcan temor ni detienen al mexicano de asistir a algo que lo saqué de su rutina, y sin tomar en cuenta las molestias y, por desgracia, los riesgos, irán hasta donde tengan con tal de olvidar por un rato los impuestos nuevos, la delincuencia y el comadreo político. La otra realidad es que no se debe dudar ni un segundo del poder de convocatoria de los eventos populares, organizados o no por el gobierno y... ya mejor le paro aqui a este comentario porque la intención de este espacio no es la opinión política sino mi visión de mi país y de mi gente, gente que recuerda las tragdias de hace 24 años y los nefastos eventos de días más recientes pero siempre lo toma todo con humor. Esta forma de cerrar la semana de fiestas patrias es la más clara muestra de como piensa, siente y vive el mexicano y terminaré sólo por decir ¡amo a mi país!.


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