El Ojo Agavero

25/10/09

Vengan los alebrijes


Regresaron los alebrijes al Paseo de la Reforma, a recordarnos que la materia de las pesadillas también se convierte en arte popular.

Cómo ha ocurrido desde hace dos años, el 24 de octubre de 2009 los monumentales monstruos llegaron con sus colores, sus fauces abiertas, sus ojos penetrantes y sus imposibles figuras a permanecer dos semanas en las aceras que ocupan los lados norte y sur de la avenida, en medio de un desfile donde no faltó la música y el jolgorio general.



Versiones hay del origen de estas insólitas piezas de arte, aunque la oficial afirma que en el barrio de la Merced de la década de 1930, los artistas y artesanos Pedro Linares y José Gómez Rosas "El hotentote" pusieron forma a sus ideas con el diseño de estos animalitos. Una variante afirma que, durante su estadía en la Academia de San Carlos, al "Hotentote" se le comisionó la creación de varios telones que luego encargó a Linares, su cartonero, con la exigencia de entregarle una nave y un "alebrije", al preguntar Linares, extrañado, qué era ésto último, el "Hotentote" sólo ordenó tomar un judas y ponerle alas de murciélago y cola, aunque personalmente prefiero la versión en que Pedro Linares, ardiendo en fiebre, en pleno delirio vió a su alrededor animales de formas fantásticas que gritaban "¡¡alebrijes alebrijes!!", y al igual que hacen los artistas y chamanes de la sociedades indígenas, decidió darles forma tangible por medio del arte.


Sea cual sea la realidad de su llegada al mundo real desde el mundo de lo fantástico, ahora los alebrijes forman parte muy importante de las artes populares de nuestro país, siendo creados por medio de la cartonería en la Cd. de México y la madera tallada en San Antonio Arrazola, Oaxaca. Suelen ser pequeños, no mucho más grandes que un perro o un gato, pero los que participan en este evento, denominado La noche de los alebrijes son mucho más grandes. Monumentales, como la cultura que los creó y los mantiene vivos.



Los alebrijes, tanto los normales como los monumentales, tienen la misma función que otras tantas piezas artesanales de México y de todo el mundo; expresar los más profundos sentimientos, deseos y temores de quienes los fabrican y reflejar los de quienes los contemplamos. El gozo, la furia, la burla y la fiesta no les son ajenos.



Este año, muchos de nuestros quiméricos amigos tenían nombres e identidades que reflejan los grandes problemas actuales; la destrucción del medio ambiente, el ólvido que encaran las culturas indígenas, la enclenque estabilidad política. Otros estaban ahí sólo con afán de protagonizar, sobresalir y asombrar. Todos tenían la misma intención ulterior; estar presentes en nuestra conciencia colectiva y ser otra tradición muy mexicana que se niega a morir. ¡Larga vida a nuestros compadres alebrijes!

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